La tepa del río Tancochín (leyenda)

Última modificación por Roberto Peredo el 2018/06/17 20:44

Cul. Según cuentan los abuelos, la Tepa era una mujer muy hermosa, de cara bonita, alta, blanca, de larga cabellera, cuerpo bien torneado, prominentes pechos, ojos coquetos y sonrisa encantadora, cuando se apreciaba de lejos. Pero al tenerla cerca, su apariencia cambiaba totalmente. Su rostro se mostraba pálido y amarillo, sus ojos destellaban odio, su pelo desbaratado, las uñas de las manos largas y filosas y su boca demasiado enojo.
Cuando la Tepa estaba contenta, interpretaba cantos muy tristes en una lengua extraña. Totalmente desnuda se metía al agua y con un guacal se rociaba agua por todo su hermoso cuerpo; al bañarse mostraba todos sus encantos.
Hay quienes aseguran que a las 12 del día, al llegar o estando en sus milpas, de repente sentían una ráfaga de viento que movía todos los arboles, apareciéndose como por arte de magia, sin dejar pasar a nadie por el camino, llenando de ramas y abrojos todas las salidas. Produciendo enorme susto a quienes lograban ver a la Tepa, que en ocasiones sufrían de fuertes fiebres y alucinaciones por muchos días, que algunas personas fallecían por esta causa.
Todos los habitantes de esta región por generaciones, sabían y conocían muy bien el mito de esta terrorífica mujer, que algunos ya venían preparados, con agua bendita, caña o aguardiente y algunas oraciones para alejarla del lugar.
Por eso cuando sembraban preparaban mucha comida, café, agua limpia para beber, pan, tortillas y aguardiente, para comer en la milpa, acompañados de sus peones.
No sin antes ofrendarle a la Tepa en un lugar especial del monte, de la siguiente manera:
En siete cazuelitas muy pequeñas de barro colocaban la comida, siete tacitas también de barro colocaban los líquidos (café, agua y aguardiente).
Colocaban en el improvisado altar dos copaleros con brasa e incienso, figurillas de barro y caritas sonrientes conocidas como teopaquetl, hoy en día se conocen los restos de barro como tepalcates (vasijas divinas, porque se ocupaban para ofrenda).
Después de haber compartido con la Tepa y los peones, hacían un hoyo en medio de la milpa, donde depositaban todo lo que les había sobrado.
Para darle de comer a la madre tierra, también encima rociaban el agua, el café y el aguardiente.
Este ritual lo acostumbraban hacer en todas la comunidades huastecas, aunque en algunas de ellas nunca se hubiese aparecido la Tepa.
Se dice que allá por el año de 1960 en una comunidad de Tamiahua, conocida como Buena Vista, al levantar la cosecha, cuando estaban variando el frijol y a la hora de comer sus lonches, se les apareció de repente la Tepa a cinco campesinos.
Entre ellos estaba uno llamado Melitón Santiago, quien sacó su machete y le grito “¡hasta aquí llegaste bruja, hija de tu humilde madre!
Se le echó encima a machetazos pero sin tocar su cuerpo, siguiéndola hasta perderse en el espeso monte, mientras ella se carcajeaba burlonamente.
Sus compañeros quedaron estáticos con sus pies engarrotados, gritando angustiosamente ¡Melitón, Melitón, Melitón…!
Después se arrodillaron implorándole a Dios que los ayudara, sin saber que Melitón había desafiado a fuerzas extrañas de la naturaleza, provocando la ira de la Tepa, que se lo llevó para siempre.
Juan uno de ellos corrió a la comunidad para avisar lo sucedido. Al llegar al pueblo gritaba que ¡a Melitón se lo llevó la Tepa! Toda la gente del pueblo se organizó para buscarlo por muchos días, mas no dieron con él. Después de unos cuarenta días, unos vecinos de Tampache encontraron el cuerpo disecado totalmente, la piel bien adherida al esqueleto, como si lo hubiesen chupado. Sólo por sus ropas lo reconocieron. Sí, no había duda, ¡él era Melitón!
Durante esos cuarenta días todas las milpas sufrieron ataques de la Tepa, quebrando las plantas de maíz y arrancando de raíz las plantas de frijol, no así donde habían sembrado ajos y chonacates o cebollinas.
Y los demás campesinos empezaron a sembrar también ajos y chonacates en sus milpas, para alejar a la bruja llamada Tepa que no ha vuelto más por estos lugares.

Zona: Huasteca.

Tomada del libro "Cuextecatl volvió a la vida", de José Reyes Nolasco.